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IMPRESIONES DE UNA LECTURA SOLITARIA Y UNA LECTURA EN COMUNIDAD

  • Foto del escritor: María Osorio Gómez
    María Osorio Gómez
  • 21 ago
  • 4 Min. de lectura

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Llevo un año al frente del Club de Lecturas Rebeldes en la Librería Ala de Colibrí, una iniciativa de Las Áxidas. En el mes de febrero iniciamos un ciclo de lectura de cuentos escritos por mujeres colombianas, dimos apertura al año con una de las grandes: Marvel Moreno. Lo curioso de ese mes fue que Marvel pasó de ser una autora silenciada a una muy promocionada en la ciudad y, entonces, dos librerías de la ciudad tenían eventos casi simultáneos para abordar a la autora. Debo decir que, en un primer momento sentí rabia, frustración y una sensación de pequeñez. En retrospectiva, que bello que por fin se leyera y se promocionara a Marvel Moreno de esa manera.


En el mes de marzo lloramos de manera literal y metafórica con Lina María Parra y sus cuentos en Llorar sobre leche derramada, ahí me sentí cercana a la autora, abrazada en el dolor y en la posibilidad de ser cualquiera de las voces de sus cuentos. Una sensación de hermandad nos deja el relato aquí no pasa nada, muchas cuentan sus experiencias y el apañe es una constante.


Abril, con lluvias mil, leímos Humanista de Natalia Maya. Aquí debo decir que soy yo, quien decide las lecturas, las autoras y los ritmos. Es decir, un día fui a Ala de Colibrí, elegí los libros, y compré los primeros tres. Con calma empecé a leerlos, en diferentes momentos, eligiendo cuáles textos quería escuchar en voz alta, porque me parecían bellos. He pensando mucho esto, y comprendo que este ejercicio que parece tan “altruista”, tan “constructor de comunidades” parte de mi egoísmo y por qué no, de mi anhelo de extender mi propio pensamiento. Quizá por eso en mayo, con Rituales de apareamiento de Margarita Borrero sólo tuvimos un encuentro. Un libro bello que merecía más lectura en voz alta de mi parte.


Luego llegó junio, y lo que pensé sería un acierto y una dulzura, fue un dolor y un asco. Caperucita se come al lobo de Pilar Quintana. En esta ocasión no fue la duda por no saber qué cuento elegir, por lo bello o impactante, sino porque todos me parecían odiosos, clasistas y machistas. Me costó mucho, pero las conversaciones también deben ser incomodas. En medio de todo no salió tan mal. Aquí también debo ser sincera, este Club no es un espacio cerrado ni estático, es decir, su miembro más constante soy yo, el resto de voces y oídos son intermitentes, esporádicos y a veces únicos.


La belleza, la perfección y con ella la indecisión volvió, julio trajo La conmoción de los encuentros de Marcela Villegas, con ella pasamos de lo íntimo a lo público, reconociendo que somos parte de un mundo global, pero que no por ello dejamos de ser mujeres, con dolores, anhelos, sueños y pesares. Fue una colombiana que nos llevo en barco y nos hizo sentir el dolor del exilio, aunque sea una decisión. Bellas cada una de sus letras y las voces que la entonaron en esos dos encuentros del mes.


Ahora, la razón de este escrito, agosto, y con el Sofoco de Laura Ortiz Gómez, de nuevo elegir los cuentos a leer fue un desafío, leer el libro en solitario fue un placer, lo devoré. Luego, elegí. El primer encuentro, leímos como siempre: es decir, yo empiezo, ya dije este es un espacio muy mío, así que empiezo la lectura, y al hacer una pausa, siempre existe otra voz que quiere continuar, así que sigue. Las palabras fluyen y la vida se nos detiene. El cuento termina y las personas hablan, cuentan anécdotas, impresiones, sensaciones y emociones durante la lectura. Ese día salí feliz, me dije a mí misma, que buen club.


Suelo ser bastante pesimista, no crean que este ejercicio ha sido fácil, a veces las personas no llegan y me encuentro con Las áxidas y mi esposo hablando del cuento, y no digo que eso me moleste, pero no es la idea del club. La idea es escuchar a otres, al ajeno, al quien no conozco para saber si concordamos o no. Esa es mi idea de club. Así que a veces pienso en decirle a Las áxidas, no jodamos más con esto y sigamos haciendo solo radio.


Volvemos a encontrarnos para leer otro cuento de Sofoco en esta ocasión, El último Pibe Valderrama. Como las y los asistentes rotan tanto, normalmente empiezo con explicar de dónde sale el club, cómo es la dinámica y nos presentamos, algo simple nombre y lo que quieran compartir. Sin embargo, esta vez no hubo presentación, y no por qué todas nos conociéramos, sino que así lo decidí, ya saben arbitraría. Pero, lo que si hice fue decir que tal vez el cuento tocaba un tema doloroso para muchas, y que debíamos ser muy respetuosas con los sentires de todas. Empiezo la lectura y la magia ocurre de nuevo, leemos en voz alta, y empezamos la charla. Es un tema tan nuestro, es decir, tan colombiano, tan de los noventa, que casi todas nos sentimos reconocidas, pero aquellas que son más jóvenes también se encuentran en el cuento. Podemos corear las canciones que se insinúan y reconocernos en los gestos, celebrar la fuerza y empezar a hablar de nuestros propios dolores y glorias.


Aún nos queda mucho año por delante, seguiremos leyendo. En septiembre leeremos Primera Persona de Margarita García Robayo, en octubre Tefra de Viviana Troya, noviembre La M de las Moscas de Helena Araújo y en diciembre poesía.

 
 
 

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