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  • Foto del escritorMaría Osorio Gómez

MERY YOLANDA, LETRAS MÁS ALLÁ DE LA POESÍA

Sabré mentir tantas veces

como usted quiera señor

no importan las agujas

tengo lleno mi cuerpo de dedales.

 

Señor Juez se titula este poema, y en estos versos revivimos nuestra memoria colectiva de los miles de hombres y mujeres torturados para obtener algún tipo de información. No hacen falta más palabras que describan el ambiente o la posible situación. En el fondo, todos sentimos las agujas entrando en el medio de nuestros dedos, dudando si podremos resistir tanto como para seguir mintiendo. Podríamos nosotros resistir esas agujas, esa oscuridad, ese miedo que sube por las entrañas y se escapa por las heridas.



De la serie: Madres Terra

A veces cuando escribo tengo la sensación de enfrentarme a un verdugo con sus agujas, en especial cuando no tengo la certeza de estar hablando desde la orilla de lo aceptado socialmente o aquello que para muchos es lo correcto. Para escribir este texto me he ubicado en varios lugares, tratando de buscar la palabra más idónea para hablar sobre ésta escritora y la violencia que dibuja en su poesía. Me duele el tema de su escritura, pero me duele mucho más el silencio al que la academia y la escuela la han relegado.  Me cuestionó este hecho, y mi duda se desvía en dos sentidos: será por mujer o será por su homenaje a  las víctimas de éste conflicto, que a todas luces no deja de existir, como lo diría Juan Manuel Roca, este es un “país cruento donde la guerra siempre viene después de la postguerra” (2002).


Mery Yolanda Sánchez nació en el Guamo, allí no más diría la abuela, el 30 de junio de 1956, plena guerra bipartidista. Ha publicado libros de poesía, obtuvo la mención de honor en el concurso El cuentista Inédito del Centro de Estudios Alejo Carpentier en dos ocasiones, 1987 y 1994. Fue beneficiada con la Beca Nacional del Ministerio de Cultura 1998 por su proyecto Poesía en Escena. Ha orientado talleres de poesía para niños, jóvenes, población de internos en centros carcelarios y habitantes de calle. Como pueden ver, no sé dice mucho de ella, en la red es muy poco lo que se encuentra, tanto de su vida como de su obra,  y en la Academia, bueno… basta preguntar cuántos de ustedes la conocieron en sus colegios o en los primeros semestres de su carrera.

 

Yo,  por ejemplo conocí a Mery Yolanda en noveno semestre, en la cátedra de Literatura Regional que en ese momento estaba a cargo del profesor Ladino. Fue todo un descubrimiento para mí, ya que desde mis primeras lecturas me ha llamado mucho la atención la Violencia histórica de Colombia. Desde entonces la recuerdo continuamente, la recomiendo, la releo y había estado buscando la manera de hablar de ella. Bueno, al parecer el día es hoy.

 

“El poeta lee el alma del otro en las entre líneas del surco de la tierra, se atreve, denuncia, cuestiona y convoca a otras lecturas, lejos del relato plano y escueto de los titulares de la prensa oficial” (Sánchez, Lecturas del asombro: poéticas de la memoria en clave de mujer, 2012). Las letras de Mery Yolanda han sido reconocidas por su capacidad de retratar el mundo y su violencia, sin necesidad de caer en el lugar común o en las lamentaciones propias de quién escribe los horrores de la guerra, tal como lo expresa Santiago Espinosa en uno de sus prólogos, sobre su poesía:  


No hay retornos, palabras que sirvan como conjuro, el pasado es una herida que se lleva en  el costado, un patio asesinado y una casa quemada, pero esta poeta recuerda, habla de sí misma consigo misma en la confidencia del que nunca miente, para advertir que todavía hay algo vivo y honesto en lo que a diario asesinamos, que las madres y las viudas, los niños ultrajados y los compañeros muertos, nunca estarán del todo solos mientras ella escriba.

 

Es por esto que, se hace perentorio retomar una de sus obras, Rostros de tierra (2011). En ella la escritora pone al límite la poesía, nos cuenta las masacres, los asesinatos y el despojo vivido por el pueblo colombiano, en todos sus años de confrontación armada, no con la pretensión de dejar un testimonio o una anécdota contada al viento, sino con la firme convicción de darle una voz y si le es posible un rostro a esos miles de hombres y mujeres víctimas de éste conflicto. Su poesía logra acercarse a los horrores sin usurpar su misterio, es en el poema que se busca darles a las víctimas la honra fúnebre que nunca tuvieron.


Te han tirado al patio de las ranas. Sobre ti, pompas de jabón. Te preguntabas por qué las gallinas son tristes y van con una queja eterna. Hoy te picotean y no saben qué eres. Alguien te habrá mirado por última vez como un mal recuerdo. Nunca supiste estar de pie, no te gustaba estar pendiente. Sin embargo, te acostumbraste a dormir con ropa por si te sacaban con el sueño.

 

Este patio, podría ser cualquier patio. Ese muerto pudo ser un muerto más, pero en la voz de Mery Yolanda, esos muertos tienen un lugar, un recuerdo, una lágrima que cae desde los ojos del lector y denuncia su ausencia. El anterior poema era La pregunta, cuál podría ser nuestra respuesta a esta descripción de vida y muerte. En un país donde la novela de sicarios, se ha convertido en un éxito asegurado, donde la palabra está llena de referencias voyeristas, la sangre y las balas parecen salir de cualquier página, el poema sacude nuestra indiferencia  y conmueve nuestras vidas. Al ver las montañas que nos rodean, me pregunto, cuántos cuerpos se encontraran sepultados sin una lápida que permita reconocer su partida de éste mundo.


Lectura de ponencia 2018

Regresando al poema, me cuestionó por la pregunta que denuncia al título y en medio de las líneas, creo que logro descubrirá o al menos es la que yo haría, ¿por qué? ¿Por qué fue asesinado un hombre o, quizá una mujer, ya que el poema no le asigna un género a ese muerto, seguramente porque para el caso no importa; pero volviendo a la pregunta, ¿por qué lo asesinaron si no le gustaba estar pendiente de nada, nunca se puso de pie? Cómo así, se preguntarán ustedes, pues bueno, en esta sociedad que es profundamente paranoica, ponerse de pie, puede significar que se levanta en contra de las injusticias, ha dejado de estar de rodillas ante un tirano o un sistema opresor. Razones que convierten a cualquiera en candidato fácil para un asesinato. ¿Estar pendiente? Es decir, no le gustaba andar de chismoso, prestando atención en lo que sucedía, pues si veía lo que no debía ver, también sería un gran candidato para un balazo. Esa, es entonces la gran pregunta que se dibuja en ese poema ¿POR QUÉ LO ASESINARON? Seguramente, mucho hoy se encuentran buscando la respuesta a éste interrogante.

 

Salmo

Saco el último vestigio en alas de mariposas.

Enjabono y tuerzo.

Al tacto del viento con mis manos

un olor confuso se aproxima por la acera izquierda.

Lo guardo,

trato de meterlo en la taza del baño,

pero en remolinos es vaciado a mi boca.

Tiento,

palpo cada pliegue del pecho.

Hace falta mucho detergente

cuando mi país hasta en la ropa duele.

 

Hace algún tiempo tenía la esperanza irresoluta de la paz y me decía a mí misma que los versos de Mery Yolanda, serían una manera de no olvidar la historia del pueblo colombiano, pero hoy esa certeza se ha desvanecido. Hoy siento que los versos de Mery Yolanda no son parte de un testamento, sino la página principal de cualquier diario en Colombia.

 

En esos tiempos de esperanza y júbilo para muchos, estuvimos a puertas de iniciar un sueño dorado, o al menos eso nos decía nuestra joven e inocente alma. Pero nos equivocamos en muchos sentidos, ahora tenemos miedo de entonar cantos de esperanza, pues las paredes de nuestras casas han vuelto a ser un paredón. “Pienso en ti // para olvidar la rumba // donde los disparos // son la partitura // del himno nacional” Son los versos que se entonan en Carta a Carlos Iván.  Ella nos habla del dolor, sin necesidad de nombrarlo. El recuerdo de ese hombre que se fue arrebatado por las balas de un fusil, ha dejado un testimonio de huecos en la pared, quizá en alguna discoteca o casa que estaba de fiesta. Seguramente muchos hoy desearían poder escribir una carta igual para un ser querido que ha sido asesinado por esta ignominia que parece no tener tregua.


Al igual que Mery Yolanda, “al leer poesía aprendo sobre la condición humana, reviso mi búsqueda y me reafirmo en ignorar el artilugio del acomodamiento”. Este ejercicio de escritura, y posterior lectura, es una acción de resistencia, una negación del acto del olvido y un homenaje a todos los caídos de esta Nación que insiste en ser Funesta. Aunque en una primera lectura la poesía de Mery Yolanda puede parecer ser para muchos devastadora y llena de desesperanza, siento que ella lo que pretende es dejar un testimonio, una voz que cuente lo sucedido en nuestros campos y pueblos, sin la intención de señalar un agente perpetuador, pues Mery Yolanda no toma partido, lo único que le interesa es darle una honra fúnebre a esas miles de víctimas desconocidas y silenciadas por la historia oficial y las cifras estatales, que le quitan el rostro a la tragedia y convierte a los muertos en una estadística llena de probabilidades.


En las aulas y en los pasillos insistimos que “un pueblo que no conoce su historia está condenada a repetirla”. Es por supuesto el caso de Colombia, nosotros desdeñamos nuestra historia, pero además cuando la contamos, lo hacemos tomando una posición, resaltando al culpable y con ello generando odios que nos llevan a repetir con mucha más saña y ponzoña.


Es aquí donde radica la importancia de hablar hoy de Mery Yolanda. Hoy donde el camino de la Paz se nos va desvaneciendo del horizonte se hace perentorio conocer nuestra historia, sentirla y saberla propia. Quizá así, nuestro futuro deje de ser el de una país cruento.


Lecciones antiguas

El camión avanza,

hombres aprietan últimos recuerdos en sus ojos.

Luego, de rodillas junto al río.

No alcanzan el frío, ni la certeza de los peces en sus bocas.

Papá ebrio se lanza al vacío hasta quedar con vida.

Aseguran, que la flor nacional es una orquídea negra.















Esta ponencia fue leída en el II Simposio Nacional en Estudios Literarios y I Simposio en Enseñanza y Promoción de la Literatura Infantil en la Universidad del Tolima, año 2018


Referencias

Roca, J. M. (2002). Poesía y violencia en Colombia: la poesía colombiana frente al letargo. Revista de la Casa de Poesía Silva, 46-57.

Sánchez, M. Y. (2011). Rostros de Tierra. Santiago de Cali: Colección Las Ofrendas. Facultad de Estudio Literario. Universidad del Valle.

Sánchez, M. Y. (2012). Lecturas del asombro: poéticas de la memoria en clave de mujer. Revista de Docencia e Investigación , 121 - 132.

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