Me reconozco en aquello que leo
- María Osorio Gómez
- 6 may
- 2 Min. de lectura

He venido a caminar, arrastrando esto que se supone es mi cuerpo, pero que a veces siento como una masa informe. Camino sin rumbo en un centro comercial, sé que no es un lugar para leer, pero aún así me acompañan dos libros en esa gran mochila.
Uno es el Margarita, me faltan sólo unas páginas y otro.... que aún no empiezo, pero de solo tenerlo me quema.
Entro al supermercado del lugar, camino y recuerdo a Nieves, la protagonista de uno de los cuentos de Margarita, y pienso en su humanidad, es decir en su cuerpo, que se describe grande y pesado Imagino que tomo un carrito como ella, y hago lo mismo, recorro pasillo por pasillo, tal vez soy ella. Ambas somos talla XL, pero... me detengo y no llevo el carrito, yo no necesito una prueba de embarazo, tal vez un poco de fuerza en este par de pulmones añejos.
Sigo caminando, pienso en todas las protagonistas de esos cuentos, Rituales de apareamiento, y me sorprendo al pensar que podría ser cualquiera de ellas o mejor, soy todas ellas.
Encuentro un café, tranquilo, en medio de una isla del centro comercial, las costillas me duelen y sé que afuera esta lloviendo. No tengo muchas opciones, así que entro y pido un tinto. Me gusta que no tenga que pedir un "americano" u otra cosa, si nombre es tinto en su carta y me parece un buen augurio.
En efecto, la gente pasa, pero no la siento a menos de que la mire. Así que saco mi libro, dispuesta a terminar la lectura.
Esta lectura que me atraviesa, me hiela y me rompe. De nuevo, podría ser cualquiera, la madre o la hija. Pero no, soy unos ojos que leen y una espalda que duele. Solo espero la hora de compartir de nuevo esta lectura, pero en voz alta.
Quizá tenga otras cosas que decir y podré volver a escribir.
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