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  • Foto del escritorMaría Osorio Gómez

CARTA A UN HOMBRE QUE SE FUE Y NO PUDE DECIRLE ADIÓS

Don Guillermo.

Sé que si estuviera a su lado me pediría que quitara el «Don» y tan sólo lo llamara Guillermo. Pero, Don Guillermo, me es imposible, incluso cuando le escribo o hablo de usted en cualquier espacio de mí vida. Y sabe por qué. Porque es un profundo respeto y admiración lo que por usted y su familia siento. Sus largos años de lucha, su incansable voz son una luz que guía mi camino. A pesar de los años, de los silencios y las ausencias de la muerte.

 

Conocerle no me fue suficiente, por eso me dedique un tiempo a escarbar un poco en su vida, aunque a veces fui impertinente con mis preguntas, pero todo tenía una razón. Consideré su vida, llena de lucha, resistencia a una represión por parte de un Estado injusto, merecía ser contada y recordada. Un día imagine que era posible contarlo todo, y así demostrar que vivir en constante lucha contra este Estado no era un sueño imposible.

 

Cuando le escuche contar las múltiples detenciones, los intentos de acallar su voz e incluso las torturas vividas por culpa de esta desigualdad que nos toca a todos, que será en lo único que es igualitaria, un escozor recorrió mi cuerpo y un ápice de duda se instaló en mi rostro. Entonces, usted Don Guillermo, con los ojos llenos de sueños y victorias me dijo: «en la cárcel también se puede construir».


Y entonces, comprendí que el Estado persigue y encarcela por que busca matar los sueños, que se reniegue de los ideales y la soledad sea el más profundo de los sentimientos. Sin embargo, usted Don Guillermo siempre encontró la manera de hacer sentir su voz, incluso en los momentos más duros de su vida. Con una sonrisa me decía:


Del único lugar que no vuelven los revolucionarios es de la muerte.

Es verdad, ya no volverás, sin embargo, yo sigo recordándote y pensando que tu partida fue muy prematura. Sé que no soy la única, que tu esposa y tu hija te recuerdan y extrañan cada día. Hoy escribo para comprobar que no olvido el sabor del caldo, del tinto y el sonido de tu voz. Un día, tal vez, pueda escribir tu historia, o al menos un poco de ella, porque sé que los días que pase escuchándote no fueron suficientes, quedaron muchos hechos y lugares en las penumbras del silencio.


Viejo querido, hasta siempre.

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