Es primero de mayo. Ella no tiene que ir al colegio y me pregunta por qué. Trato de buscar la respuesta más sencilla, y termino diciéndole que es el día en que trabajadores y trabajadoras salen a marchar por un trabajo digno. Qué es un trabajo digno, mamá. Es un trabajo que te da para vivir, pero además te deja vivir. Es decir, un trabajo que te paga lo suficiente para tener las cosas que necesitas, pero, además, te permite disfrutar de la vida. ¿Por qué no sales entonces a marchar?
Le recuerdo que tengo un brazo fracturado, y caminar todo ese trayecto no es sencillo, además, ella ha tenido tos, el clima no es favorable, y no tengo con quién dejarla en casa. Me mira y dice, ¿si no fuera por eso saldrías a marchar? Tienes un buen trabajo, así que no necesitas marchar por uno.
Intente que nuestra conversación no fuera muy intensa, pero ante eso, no puedo quedarme en silencio y empiezo a explicarle lo mejor que puedo.
Linda, el trabajo digno, ha sido siempre esquivo para muchas, muchas mujeres. Recuerdas que hablamos de la razón por la que se conmemora el 8M, donde mujeres trabajadoras de una fábrica fueron asesinadas, y otras tantas salieron a marchar por trabajos bien remunerados. Pues bien, eso hace parte del movimiento sindical. En efecto, uno, así como en el que esta tu papá.
Las mujeres no hemos sido ajenas a esas luchas, sin embargo, el sindicalismo pocas veces piensa en las necesidades y las particularidades del trabajo de las mujeres. Claro, en el sindicalismo muchas mujeres han alzado la voz, y logrado avances y conquistas, pero… no ha sido suficiente.
Te pondré un ejemplo. Hace poco una amiga tuvo enferma su hija, estuvo hospitalizada y sintió que la niña perdería la vida. Ella, como mamá, siempre estuvo al lado de la niña. A la par, iba haciendo cosas de su trabajo. La niña salió del hospital, duró algunos días en recuperación, pero la mamá debió regresar a trabajar. Unas semanas después la despidieron, sin causa aparente. Y tuvo que guardar silencio.
Otra amiga, tiene a su hija enferma en el hospital, y su empleador la amenaza con descontarle el día, sino se presenta a trabajar. Mientras el “donante del esperma” le recrimina la enfermedad de la niña, la cual es causada por la picadura de un zancudo. La niña sale del hospital, y debe permanecer sola en casa, porque mamá debe ir a trabajar.
Podría seguir contando cosas que han pasado en el último mes a nuestras conocidas. No solo a mujeres con hijes, sino a mujeres. Estas no son condiciones dignas de trabajo. Esperan que trabajemos como si en casa no tuviéramos trabajo que hacer. Maternar, cocinar, limpiar, hacer tareas y demás, son trabajos que solemos llevar en soledad. ¿Cuántas deben llegar de un día de trabajo a hacer la comida, revisar tareas y ordenar la casa? ¿Cuántas no han podido obtener un ascenso en su empleo, pues no dedican tanto tiempo a su trabajo como el mismo lo requiere? ¿Cuándo un niño se enferma a quién llaman primero? ¿Cuándo el pediatra revisa a nuestro hijo por quién pregunta?
Eso por hablar de las mujeres que laboran fuera de sus casas, y las qué no. Las que hacen las labores del hogar, cuidan a los enfermos y los ancianos, pero nadie les reconoce esa labor. NADIE, porque hasta nosotras, las educadas, las formadas, desdeñamos esas labores y ese desdén no es de repudio, sino de A MÍ NO, y como a mí no, entonces no lo nombro y si no lo nombro no existe.
Entonces, para resumir, sí saldría a marchar, porque las mujeres solemos estar ocupadas las 24 horas. Saldría a marchar, por ti, por mi mamá, por la vecina, por todas las que no tienen unas condiciones dignas de trabajo, ni un salario que compensé la fuerza que le imprimen a esa empresa llamada hogar.
Mi hija: Espero que el próximo año podamos ir a marchar. Y se fue. Supongo que antes de que yo siguiera hablando.
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