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  • Foto del escritorMaría Osorio Gómez

MONÓLOGO A MEDIA MANO

¿Qué se piensa cuando se está sola? Es decir, es un sábado cualquiera, las personas que normalmente conviven contigo se han ido, no porque te abandonaran o algo similar, sino porque simplemente deben hacer cosas específicas que no te involucran, pero te han dejado la certeza de regresar. Incluso sabes que el domingo en la noche estarán llegando para ocupar sus espacios en la casa, que hoy se siente tan vacía y grande.


Le diré lo que yo pienso. Pienso en mi propia muerte, en lo infinitamente pequeña que es mi existencia, y entonces lloro en una cama vacía, con las sábanas sucias y el pelo revuelto. Me obligo a levantarme, a hacer algo. Debo limpiar, barrer, cocinar, cuidar… ¿pero a quién? Sólo estoy yo, y las gatas. Ellas tienen comida, agua y su arenero limpio. Es decir, sólo quedo yo. Y yo, ¿Qué quiero? No lo sé. Cada vez que me planteo la pregunta pienso en la muerte. Y luego, me surge una duda, será que todo el mundo piensa en su propia muerte cuando esta sola en casa, en una cama donde debe dormir, pero no puede. Por eso escribo, para saber si alguien más piensa en su muerte cuando esta sola.


Yo he llorado. He llamado a alguien, el teléfono sonó, pero nadie contestó. Así que lloro más fuerte y me siento más pequeña. Las gatas están preocupadas, se acercan, me huelen y miran, pero no se suben a hacerme masitas, son unas espectadoras, tal vez. Recuerdo la ropa que esta en la lavadora y me levanto, en medio de la oscuridad. Pienso que la veci de la tienda hace domicilios; podría pedir unas cervezas y tomar hasta que me duerma y entonces, mi mente no me mate. Pero, no se puede, si llego a mañana, tendría una clase que dar. Y son cuatro horas, cuatro horas para hablar con guayabo, sabiendo que nadie escucha, que mi voz es un sonido ambiente para lo que sea que estén haciendo en su domingo de descanso, diversión y/o familia.


Así que regreso a la ropa. Busco mi celular y pongo la lista de reproducción que tiene a Chavela Vargas, porque si me voy a sentir miserable, quiero la mejor banda sonora para este dolor que no tiene explicación. Mis lágrimas siguen saliendo, mientras cuelgo la ropa. Una a una va saliendo, arrugada y mojada. Entonces, reconozco que la ropa me necesita, si no la saco de la lavadora, entonces estarán mojadas y arrugadas hasta que se pudran.


Termino de colgar la ropa, ya no lloro, pero pienso demasiado. La mente no para, es un torrente de pensamientos. Entonces, vengo al computador, abro un documento en blanco y empiezo a desmenuzar aquello que pienso cuando estoy sola.


Le he escrito a las amigas, sobre mi soledad, pero he ocultado que tome pastillas para dormir, pero sigo despierta. Parece que mi tristeza fuera un criminal que va dejando pistas para que la atrapen. Hace unas semanas dije que estaría en silencio, porque me sentía agobiada. No lo hice, aunque lo dije, y entonces mi cuerpo actuó. Y mi garganta se negó a pronunciar palabra, cada vez que lo intentaba me dolía. Así que en realidad deje de hablar.


Le he enviado una foto a un amigo, si él hubiera visto la foto completa… vería las pastillas en el plato, junto a la comida y la cerveza. Voy por el mundo dejando pistas de auxilio, sin embargo. no sé a qué le temo. De qué debo cuidarme. Quién debe salvarme o mejor de qué. Y entonces, lo sé, busco que me salven de mi propia mente que no para, ni siquiera cuando duermo. No es murmullo que te arrulla es un torrente que te destruye, que no se calma y que no me deja. Por eso siempre estoy trabajando, siempre estoy leyendo y muy pocas veces escribiendo sobre mí. 


Porque pensar en la soledad es escuchar ese torrente que me cuestiona y me pelea. Ese torrente que me dice lo perdedora que soy, lo ilusa al soñar que un día el mundo entero lea las porquerías que escribo.


Y entonces, vuelvo a llorar.

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