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  • Foto del escritorMaría Osorio Gómez

RECUERDO DE UN 8M EN IBAGUÉ



Foto tomada de: Las Áxidas

Durante mi época de estudiante universitaria no me perdía una movilización, incluso ayude a coordinar, convocar y ejecutar muchas de ellas. Sin embargo, al terminar la universidad nació Silvia, y ahí mi activismo empezó en declive. Los primeros años de Silvia, yo intente mantenerme en la movida, sin embargo, cada vez era más difícil. Era agotador salir a marchar con ella, por ejemplo, o dejarla con alguien era ir a la marcha y correr porque debía recogerla. Entonces, preferí ausentarme de esos espacios.


El último recuerdo de asistencia a una marcha, fue justo antes del confinamiento. Recuerdo que llegué tarde, me sentía demasiado agotada para caminar todo el trayecto. Al llegar, la cantidad de gente me agobio, así que busqué a mi pareja de ese momento. Sentía que me estaba faltando el aire. Le dije que no me sentía bien, que debía salir de ahí. En ese momento necesite tanta contención emocional. Sin embargo, él prefirió quedarse a hablar con alguien que lo saludaba, yo seguí caminando para no derrumbarme en medio de toda esa gente que seguro me conocía. Llame a una de mis mejores amigas, ella vive en Bogotá, y por teléfono me sacó de mi ataque de pánico. Después de eso, vino la pandemia.


Al levantar el confinamiento, las marchas no se hicieron esperar. Ya no vivía con el papá de Silvia, y una mañana mi sobrina que vivía en Bogotá me envió un pantallazo de un en vivo donde Silvia estaba caminando por la Plaza de Santa Librada, mientras su papá hablaba por el micrófono. Entre al en vivo y vi como ella, con 5 años, paseaba entre la gente, al parecer sin la mano de un adulto. La discusión fue monumental.


Unas semanas después y en medio del estallido social, acudí a una asamblea con ella. La respuesta del papá fue contundente. Así que llegamos a un acuerdo, ninguno de los dos podía asistir a eventos de tipo político con ella. Claro, un acuerdo injusto, pues yo no dirigía ni intervenía en ningún espacio de construcción, además mis tiempos de cuidado han sido siempre mayores. Aunado a esto, él incumple continuamente a este compromiso, y lo sé porque Silvia me cuenta como su papá la lleva a reuniones, le da el celular y listo.


Pero, disculpen, este no es un listado de descargos. A medida que Silvia crece se cuestiona por muchas cosas y exige otras tantas. Hace un año, por ejemplo. Antes de salir para el colegio, le expliqué lo mejor que pude, por qué se conmemoraba el día de la mujer trabajadora. Explicándole que todas las mujeres trabajamos y que seguimos luchando por mejorar nuestras condiciones de vida. Así se fue, en horas de la tarde vi varias fotos donde la gente hacia alarde de sus hijas mujeres o sus madres o compañeras de vida y debo confesarlo me dio un poco de envidia. Me pregunté si era necesario y, estuve tentada a hacerlo, pero eso iría en contradicción con la razón del día y no lo hice. En la noche, cuando me encontré con ella de nuevo, me contó que la profe había preguntado si alguien sabía por qué se celebraba el día. Varias niñas levantaron la mano, incluyendo ella, empezó a hablar una compañera, pero esas no eran las razones. Así que ella levantó la mano, de nuevo, y empezó a hablar, la profe la escuchó y la paso al frente para que les contará a todas y todos los motivos del día. Escucharla me hizo sentir muy feliz y orgullosa.


Este año, ella empezó a organizar nuestra salida. El viernes se levantó para ir al colegio y me dijo, "Mamá esta tarde vamos a la marcha". Segura quieres ir, pregunte. Ella asintió y se fue a estudiar. En la tarde, yo tenía cita con mi psiquiatra. Ella me acompaño y de ahí salimos a marchar. Alcanzamos la marcha en la 18 con quinta. Yo quería quedarme atrás. Ella insistió en estar adelante. Empezó a cantar las arengas, se veía tan feliz. Gritaba aplaudía y no perdió nada. Me tomaba de la mano y me decía "Salta mamá. Quien no salte es macho" y se reía. Volví a sentir la alegría de marchar, la seguridad de estar en la manada. Encontré muchas compas, estudiantes y amigas. Vernos fue como renacer.


Tuve valor y subí a la tarima, después de no sé, tal vez, seis años. La nombre a ella y celebre el echo de estar ahí al lado de tantas chicas jóvenes y supe que estaba haciendo bien mi trabajo como mamá. A eso de las siete, nos fuimos a casa. Ella estaba cansada y feliz. Me dijo: vendremos juntos a la marcha mientras estés viva. Y parece que así vuelvo a las calles, codo a codo con ella.

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1 Comment


Tatiana Amaya González
Tatiana Amaya González
Mar 11

Ella es un oasis que te refresca, una compañera de vida y que te da vida, ese pequeño ser de luz es el reflejo de lo mucho que has enseñado.


Eres una muy buena madre, amiga, hija, hermana, novia, una gran mujer.

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